Mi primera vez.
Iba de camino del instituto, mientras miraba distraída la gente que pasaba por la acera. Me preocupaba el examen que haría dentro de una hora escasa, para colmo de geografía, y no me había preparado nada más que el tema de la meseta. Al pasar por la tienda de frigoríficos “la carrera”, reflejado en los cristales, ví a un muchacho con las manos en los bolsillos, un suéter de cuello vuelto azul, pelo rubio, vaqueros y botas camperas, para ver su imagen me detuve un rato delante del escaparate como si quisiera comprobar el precio de las lavadoras con sumo interés. Tendrá unos cinco años más que yo y parece muy apuesto. ¿Y si le hablara? Dirá que estoy loca, y con razón, no es normal que una chica se te acerque y entable conversación con un extraño, y menos en un pueblo como éste. A través de los escaparates se podía oír el ritmo de una música empalagosa, de esas bailables en las discotecas y pensé que agarrada a su cintura, muy fuerte, bailando esa música, me sentiría feliz. ¿Y por qué