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Mostrando entradas de noviembre, 2004

RICARDO VILLEGAS. UNA TARDE

  RICARDO VILLEGAS   Una tarde... Una tarde de febrero, se te helaron los labios; y una tarde de febrero te besé, quizá por eso, quizá porque te quiero tanto.   Una tarde de febrero, con el mar a las espaldas y el cielo rojo, encallado en una roca lejana, tu boca lenta, encarnada, y tus palabras helando la tempestad cautiva de la tarde helada me besaste, quizá por eso, porque yo sin tí no soy nada.   Una tarde de febrero, te quiero, sin más; porque no me hace falta saber por qué.   Los besos, quizá por eso, quizá porque no sé por qué te quiero, y eso me basta.

Puentes imaginarios.

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La Página de los Cuentos - www.loscuentos.net - diariovoz - 'Puentes imaginarios' Puentes imaginarios Así que me conociste, en un mundo de ensueño y fantasía trazando palabras, firmes, poderosas llena de costumbres, recuerdos... poseídas de verdades absolutas que llenaban mis oídos de ese aroma que embriaga para siempre la esperanza. Firme. Segura. En eterna consonancia con el hacer diario, amabas los crepúsculos, los ocasos de las estrellas de la noche. Soñabas al alba el camino, trazabas puentes imaginarios de cuerpos hermosos inventados. Construías casas portátiles, confortablemente instaladas con abrigos de palabras. Suave fuego de chimenea ardiendo en madeja que une la vida manejada, desenredada, vigorosa.  11/10/1999. ORIGINAL . MARIBEL CEREZUELA Texto de diariovoz agregado el 07-11-2004 a la Página de los Cuentos 

Puentes imaginarios. 11/10/1999. Maribel Cerezuela

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La Página de los Cuentos - www.loscuentos.net - diariovoz - 'Puentes imaginarios' Puentes imaginarios Así que me conociste, en un mundo de ensueño y fantasía trazando palabras, firmes, poderosas llena de costumbres, recuerdos... poseídas de verdades absolutas que llenaban mis oídos de ese aroma que embriaga para siempre la esperanza. Firme. Segura. En eterna consonancia con el hacer diario, amabas los crepúsculos, los ocasos de las estrellas de la noche. Soñabas al alba el camino, trazabas puentes imaginarios de cuerpos hermosos inventados. Construías casas portátiles, confortablemente instaladas con abrigos de palabras. Suave fuego de chimenea ardiendo en madeja que une la vida manejada, desenredada, vigorosa. Texto de diariovoz agregado el 07-11-2004 a la Página de los Cuentos 

Mi jefe no paraba de incitarme.

autor: Nicolás Ximénez  04/11/2004 Ahora que tengo el título, supongo que no me libra nadie de seguir con un argumento medianamente perfecto. Lo difícil será contar la historia para que parezca creíble. ¡Creíble!. La última semana no han dejado de pasarme cosas "sobrenaturales", por aquello de estar más cercanas a la irrealidad que a lo real. Todo comenzó el día que empecé a trabajar en Correos. Como lo oyes, carrito amarillo de ruedas negras, hasta los topes de cartas, revistas, cajitas, y todo aquello que no pese más de 500 gramos ni sea urgente, que para ese menester está mi compañero Ariel, con su vespa, también amarilla, cargando a una velocidad nada permitida en una ciudad como ésta. El segundo día, mi compañero Ariel, ¿te dije ya que se llamaba así?. Y eso que es de Pechina, imagínate si llega a nacer en Nueva York; su madre, que al parecer es muy moderna e internacional, estuvo enamorada antes de casarse, a todo prisa, con el padre de Ariel, y en recuerdo de su e

Mi jefe no paraba de incitarme. Nicolás Ximénez

autor: Nicolás Ximénez  04/11/2004 Ahora que tengo el título, supongo que no me libra nadie de seguir con un argumento medianamente perfecto. Lo difícil será contar la historia para que parezca creíble. ¡Creíble!. La última semana no han dejado de pasarme cosas "sobrenaturales", por aquello de estar más cercanas a la irrealidad que a lo real. Todo comenzó el día que empecé a trabajar en Correos. Como lo oyes, carrito amarillo de ruedas negras, hasta los topes de cartas, revistas, cajitas, y todo aquello que no pese más de 500 gramos ni sea urgente, que para ese menester está mi compañero Ariel, con su vespa, también amarilla, cargando a una velocidad nada permitida en una ciudad como ésta. El segundo día, mi compañero Ariel, ¿te dije ya que se llamaba así?. Y eso que es de Pechina, imagínate si llega a nacer en Nueva York; su madre, que al parecer es muy moderna e internacional, estuvo enamorada antes de casarse, a todo prisa, con el padre de Ariel, y en recuerdo de su e