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Mostrando entradas de enero, 2015

La insistencia del daño. Fernando Valverde

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LA INSISTENCIA DEL DAÑO Otro tiempo y otro espacio es preciso para la poesía, otra alma. Huir del hermetismo y la ambigüedad, de ese abismo al vacío en el cual se había convertido en los últimos años, fría como un témpano de hielo, superficial en su forma y en su fondo, disfrazada de modernidad, era una cuestión ineludible. La poesía es un viaje continuo a lo desconocido desde el conocimiento y la emoción, un viaje que ha de vivirse y sentirse dentro muy adentro, que nos ha de producir el más grande de los temblores, que ha de desangrarnos hasta el desfallecimiento. La poesía es la palabra trascendida, rebelión, ese despertar a la vida después de la oscuridad y los silencios, y por eso fluye en las venas y late el corazón acelerado. Nada se le opone, porque es vuelo, profunda ensoñación, otredad, un camino hacia la nada y el todo, misterio, magia, luz de luz, de tal manera que el poeta no puede ser ajeno al mundo en que vive, separarse de él, mirar hacia otra parte. Solo la palabra po

Unamuno. Abraham Ferreira Khalil

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UNAMUNO    Lo recordaban severo, melancólico, sencillo y al mismo tiempo elegante. Cuentan que en cierta ocasión subió a un montículo cercano a su ciudad natal y desde ahí contempló la inmensidad que se expandía ante su mirada. Quizás buscaba una respuesta infinita al trágico sentir de su existencia. Quizás trataba de escuchar el arrullo de la intrahistoria a través de los pastos, los campos y las rocas del monte. Quizás imitó la suerte del Moisés extraviado que descubrió aquella Zarza llameante y misteriosa.    Pero no fue un profeta. No había venido al mundo para dar testimonio de su verdad, sino para encontrarla en las cosas del espacio. No encontró sino incertidumbres y ramas que entorpecían su viaje. Así pues, como el pobre niño que ha de conformarse con un pedazo de pan, tuvo que contentarse con el divino privilegio de la duda. La duda fue su gran verdad; mas no dio fe de ella porque aquellos espíritus estaban bastante ligados a la certeza. Más que Moisés fue un Bautista clama

Reino de Al-Mariyya. Antonio García Vargas

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REINO DE AL-MARIYYA Somos lo que hacemos y esa será nuestra huella en la Historia. No dejes, hijo mío, que tus hijos ni los hijos de tus hijos, olviden nunca que hubo un momento de esplendor extraordinario en el que Almería fue un gran reino que abarcaba desde la Andalucía oriental hasta Valencia y de esta, pasando por Toledo, hasta la gran Córdoba del Califato. Y no se consiguió solo mediante el uso de las armas sino —y sobre todo—, a través de un conciliador abrazo eminentemente cultural. El paisaje almeriensí, engrandecido en la batalla su horizonte de sucesos, se retrajo después cual corazón que busca su reflujo primigenio, girando hacia sí en una marcha atrás que la llevaba a sus esencias, a su núcleo montañoso de lagartos y de esparto compensando las solanas al abrigo de sus playas, depurando contenidos y alumbrando con mil luces a los mundos del entonces, transformándose en poesía de manos de Almotacín y llegando con sus versos a humanizar un Medievo balbuceante, perdido en una