PILAR QUIROSA

 

PILAR QUIROSA


Pilar Quirosa o la celebración de la vida 

(¡Nunca el olvido!)

(IV)



PILAR QUIROSA

Nada como la poesía para reconciliarse con el mundo y consigo mismo. La poesía no es sino un misterioso fulgor, un temblor continuado, un refugio necesario para un tiempo -este tiempo- prosaico y espurio. Hoy, día 28 de marzo, la poeta Pilar Quirosa-Cheyrouze habría cumplido 66 años. Quizá el recuerdo sea de lo poco que nos queda a quienes vivimos junto a ella días especiales alrededor de los libros, de la literatura en general o la poesía en particular. El de hoy es, agridulce. Por una parte porque sentimos su ausencia, por la otra porque tendremos siempre la oportunidad de regresar a sus poemarios, a su lumínica escritura, como lo hago ahora, al traer a este espacio su libro Valle de Lanz. En este poemario se encuentran muchos sueños, la vida misma. Un apreciado y justo prólogo del también poeta cordobés Manuel Gahete precede a este poemario que, dividido en tres partes: “18 de febrero”, “La torre de los vientos” y “Las mismas estrellas”, toma por título Valle de Lanz, publicado en la colección Ánfora Nova, que dirige el editor y poeta José Mª Molina Caballero.  Ya desde los primeros versos hallamos la clave temática y formal de este poemario que Pilar Quirosa nos legó y que confirma, una vez más, que su voz, su singular voz poética merece estar entre las más importantes de la poesía andaluza contemporánea. Me refiero a la presencia de su voz a través de la memoria: “Escuchar la voz de la memoria, / y, en silencio, cerrar los ojos / y hacernos noche / dibujando un rostro”; de lo vivido como experiencia esencial para conformar la expresión del ser, su ser poético trascendido en vital humanismo, en otredad. Pilar Quirosa, en continua alianza con la Naturaleza, mantiene el tono y el pulso poético aprehendido de la tradición clásica, conjuga sentimiento y conocimiento para acercarnos a su mundo, a su íntimo universo para compartirlo y vivirlo junto a todos: “En este valle de todos”. En su desasosiego, en su búsqueda por la verdad —su verdad—, Quirosa-Cheyrouze recorre todos los caminos posibles, porque sabe que sólo de esta manera se hallará a sí misma y al otro, los otros. En el prólogo citado, el poeta Manuel Gahete nos aproxima a la figura de Pilar Quirosa de esta forma: «Cada creador escoge modos de aproximación singulares, forjados sobre los modelos culturales heredados que dan noticia del acervo intelectual, más estimable cuanto más prolífico, sobre los que erigir un espacio propio, habitado por la experiencia y la ciencia, cincelados por la sensibilidad». Valle de Lanz es un viaje que necesitará de las alas del tiempo para ascender a las más altas cumbres o descender al más oscuro de los abismos, siempre en la esperanza de hallar un nuevo horizonte. De ahí que la poeta se exprese con la rotundidad que ejercen los versos de arte menor, también de las estrofas. Todo es esencia en este poemario, luz o llama, encendida palabra. Nada, ni la tristeza ni la soledad que golpea a veces con violencia la apartarán del sendero-amor: “Sí, la noche lo sabe / y conoce infinitas estancias, / la fiebre del amor y la tristeza, / las estela futura, reconocible / en la eternidad del aire”. La fuerza de la naturaleza en los vientos poéticos que surcan este Valle de Lanz, de norte a sur, de oeste a este, congregados en “La torre de los vientos”: “Y dame el agua, mientras / nos cobija el notos”. Y así, con la mirada en la vida que surge a su alrededor, acontece el asombro de los recuerdos convertidos en música o en voces que hallan en la voz de la poeta, un cálido refugio, un sueño irrenunciable: “Yo también te esperé / en este valle de Lanz, / al mismo tiempo / que las sombras oscurecían / un debate sin certezas. Las voces y la luz, / volver atrás en el tiempo…”.  La poesía por íntima vitalista o viceversa de Pilar Quirosa encuentra en las cosas sencillas su razón primera, y a través de ellas, construye una obra sólida, a veces hermética, abierta y luminosa otras, pero siempre coherente. Escribe Quirosa-Cheyrouze:


“Te adeudo

la memoria de la luz,

un lugar donde el mar es. El regalo de las palabras,

el nuevo sol y la nueva lluvia.

Te adeudo la vida,

antes de que anochezca”.


Vuelve el paso del tiempo a la memoria, a la esencialidad de su poesía para describirnos y descubrirnos otros mundos posibles que nos devuelvan la palabra luz-vida: “Fue antes de ayer y aún persiste / el legado fiel de la palabra / la respiración de la vida / arañando cada verso”. Han transcurrido ya tres años de su ausencia, pero nunca el olvido, para quien nos acogió en su regazo lírico para mostrarnos el camino de la luz y los silencios más bellos conocidos. Como conclusión me quedo con las palabras de Jiménez Álvarez, recogidos por Manuel Gahete en el prólogo de este Valle de Lanz: «Pilar franquea siempre el riesgo de una poesía nada cómoda, hermética a veces (…) y en constante evolución hacia una forma singular de expresar y sentir un mundo subjetivo, y también real, repleto de matices. Y esto sin olvidar que se debe a la vida, a un contexto concreto, a un tiempo que le presiona y le libera del mismo modo, a unos personajes, a una realidad, en definitiva, de la que obtiene motivos con los que   recrea la vida y de la que da testimonio. Pilar es libre y libre su palabra, tierna y dulce, meditada y coherente. Siempre alerta al hondo sentir de lo humano». Hoy, mi querida Pilar, sigues viva en mi recuerdo, y libre, como las aves que surcan el cielo de esta tierra almeriense y que tanto amaste.  Y en la palabra escrita, en el fulgor de tu palabra, eterna.  



 


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