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Mostrando las entradas etiquetadas como Ana F. Montes

34.-Ana F. Montes.- Dícese desencanto.(133

Érase una vez... una princesa que vivía en un bosque de álamos, sauces, robles y castaños (quizás hubiera algún abeto, pero tampoco creo que sea importante). Se había retirado allí, aparte de la muy respetable familia real, para disfrutar de la libertad de una vida sosegada e íntima. Moraba en una casita de piedra gris, que poseía un huerto de donde sacaba para comer (la princesa, aparte de idealista, era también vegetariana). No obstante, ella dedicaba la mayor parte de su tiempo a la lectura, sentada a la sombra de un viejo y enorme sauce llorón. Devoraba con ansiosa placidez páginas y más páginas, repletas de palabras, en busca de una riqueza interior infinita. Una soleada mañana, sus ojos se sorprendieron al vislumbrar de lejos a un caballero que se acercaba sobre una montura ricamente enjaezada. A ella no la visitaba nadie nunca (excepto el distribuidor de turno que le traía las últimas novedades publicadas y el panadero), así que sintió una extraña alegría al ver que se le brinda

34.-Ana F. Montes.- Dícese desencanto.(133

Érase una vez... una princesa que vivía en un bosque de álamos, sauces, robles y castaños (quizás hubiera algún abeto, pero tampoco creo que sea importante). Se había retirado allí, aparte de la muy respetable familia real, para disfrutar de la libertad de una vida sosegada e íntima. Moraba en una casita de piedra gris, que poseía un huerto de donde sacaba para comer (la princesa, aparte de idealista, era también vegetariana). No obstante, ella dedicaba la mayor parte de su tiempo a la lectura, sentada a la sombra de un viejo y enorme sauce llorón. Devoraba con ansiosa placidez páginas y más páginas, repletas de palabras, en busca de una riqueza interior infinita. Una soleada mañana, sus ojos se sorprendieron al vislumbrar de lejos a un caballero que se acercaba sobre una montura ricamente enjaezada. A ella no la visitaba nadie nunca (excepto el distribuidor de turno que le traía las últimas novedades publicadas y el panadero), así que sintió una extraña alegría al ver que se le brinda

11.-Danza y sueño. Ana F. Montes (51-52)

Estábamos a oscuras, sólo negrura en aquel teatro, y de pronto surgiste en el centro, como la Venus del cuadro, aunque no había agua, sólo el escenario. Una tenue luz azul acarició tu cabeza,  tu figura arrodillada comenzó a erguirse, te desprendiste de la capa y ¡zas!,  comenzaste a moverte. Y mis ojos se agrandaron,  desperté de mi letargo,  rebulléndome en mi asiento y preguntándome si eras tú aquel mismo del que hablaba una chica en las escalinatas de la entrada. "Vengo expresamente a verle a él".  Bah!,  había pensado,  una mitómana.  Pero qué "bah!" y qué narices,  allí estaba él, allí estabas tú,  y ¡dios bendito,  cómo te mueves!.  De un lado a otro, con pies ligeros,  alargando hacia el techo una de tus manos,  como el desperezo de un cisne. Y después la otra,  con grácil despego,  mientras el eje de tu cintura barría el aire. Pongo atención a la música,  bonita melodía de no recuerdo qué autor español. El tintineo melancólico del piano arrastra tu cuerpo s

11.-Danza y sueño. Ana F. Montes (51-52)

Estábamos a oscuras, sólo negrura en aquel teatro, y de pronto surgiste en el centro, como la Venus del cuadro, aunque no había agua, sólo el escenario. Una tenue luz azul acarició tu cabeza,  tu figura arrodillada comenzó a erguirse, te desprendiste de la capa y ¡zas!,  comenzaste a moverte. Y mis ojos se agrandaron,  desperté de mi letargo,  rebulléndome en mi asiento y preguntándome si eras tú aquel mismo del que hablaba una chica en las escalinatas de la entrada. "Vengo expresamente a verle a él".  Bah!,  había pensado,  una mitómana.  Pero qué "bah!" y qué narices,  allí estaba él, allí estabas tú,  y ¡dios bendito,  cómo te mueves!.  De un lado a otro, con pies ligeros,  alargando hacia el techo una de tus manos,  como el desperezo de un cisne. Y después la otra,  con grácil despego,  mientras el eje de tu cintura barría el aire. Pongo atención a la música,  bonita melodía de no recuerdo qué autor español. El tintineo melancólico del piano arrastra tu cuerpo s