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Cencerrá

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  Cencerrá* Andrès Molina Franco Instituto de Estudios Almerienses. El ruido de cacharros y latas se escucha en todo el pueblo de Macael. La noche ha caído pronto, la sierra está llena de nieve y el frio se cuela por las rendijas de la puerta bien cerrada. Es la segunda noche de cencerrá, el nuevo matrimonio de viudo y viuda no han compartido su buena nueva con los jóvenes del barrio y el sueño en sus primeras madrugadas de ajuar renovado será difícil de conciliar Dentro de la casa, una bombilla apenas ilumina la cocina, un caldo de puchero y unas cuantas ramas secas en la chimenea dan un poco de calor. En la vitrina una botella de Soberano empolvada, dialoga con el transparente Chinchón , siempre pegajoso. Las copas son de la anterior unión, aquellas que nunca chocaron en un brindis y siempre estuvieron llenas de botones, alfileres y hebras de hilos de colores. El viudo hombre curtido entre mármoles, de carácter adusto, de itinerario fijo… de la casa a la cantera y de la casa al

La bola de nieve

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            LA HUELLA DEL MÁRMOL INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES    Andrés Molina Franco.                          LA BOLA DE NIEVE.            No había caído tanta nieve desde aquella triste tarde del treinta y seis, las canteras blanquean todos los inviernos y algunos copos bajan empujados por la ventisca que peina las faldas de la Tetica; la luz tenue la atraviesa, amontonando la fría capa sobre los fregaderos sin terminar encima del tanto [1] .          En el Cruce, la carretera pierde la cuneta, los surcos del Comet se difuminan y los olivos atrapan en sus ramas la nívea manta, el porton del taller acumula en la rampa hojas lanceoladas del sombraje desvestido. El espectáculo natural ralentiza el trabajo, detrás de la ventana flejada el cincelista fuma lanzando el humo fuera, los perros agachados tiemblan pegados a las ascuas de un tronco ardiendo y la maceta descalza cae al agua de la cubeta, para hinchar su astil.          Hace rato la campana dio las cinco, no se ha escu

La huella del mármol

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Prólogo a La Huella del Mármol ‘El Universo Molina’          Manuel León Nos llegan estas huellas del mármol de Andrés Molina Franco, dedicadas a Amador Andrés, como fetiches de un tiempo macilento ya pero no borrado de todo; nos llegan estas alegorías de una época a través de letras escritas que forman palabras que forman imágenes, como fotografías de una ciudad turística escondidas en uno de esos souvenir que logras ver cuando acercas la pupila y haces girar el invento. Nos trae de nuevo este profesor, en soniquete, un río de memorias de Macael, su pueblo, que no son solo las memoria de un pueblo sino las de una comarca, las de una provincia, las de un territorio maleable como la arcilla con el que el autor se emplea a fondo, no solo con las manos del recuerdo sino también con las más remotas evocaciones que guarda en su almario . LA HUELLA DEL MÁRMOL Están estructuradas estas melancólicas cuartillas filabresas en cuatro cicatrices: la del alma, la del camino, la de la fiesta y la de

LA ALSINA

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Los paisajes se ven distintos desde la ventana del autobús, las curvas acercan la montaña a mis ojos y entre las rendijas de la guillotina cristalina, lanzan aire al interior. El humo del gasógeno queda atrapado entre las piedras de la carretera y la neblina que aún no levanta. La poca luz de los faros alcanza apenas dos quitamiedos por delante, el parabrisas untado con patata partida, escurre las gotas de agua de la ventisca. Atrás queda el Almanzora -pobre de agua en el estío y bullicioso en primavera- el puente de Cantoria tiembla al paso lento y sus roblones aprisionan el tablero encajado en el muro de travertino. Renqueando por la empinada pendiente, las ruedas de poca suela despiden chinarros a la cuneta helada. Se escucha el quejido de engranajes faltos de aceite, la palanca del cambio retrocede a una marcha corta, frenando la velocidad de los esquistos marmóreos asomados en los Filabres. Los asientos delanteros van llenos, cuento tres boinas, cinco toquillas* y dos palmeras*