Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín
Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.