Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como EL TRANCO

Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín

  Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.

Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín

  Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.

Vieja nueva estampa. Mayte Ruíz Ceballos

Ahí está. La cabeza sobre el pliegue de la falda; testigo de mis idas y venidas. Siempre en el mismo ángulo como una bola, acurrucada. No conoce las noches ni los días, los meses, las semanas: Se detiene el tiempo y le arrastra la vida. Tez morena, nariz afilada, ojos verdes como el oro de mi tierra. A penas puedo contemplar su rostro cuando de nuevo baja su mirada. Allí ha encontrado refugio en lo más íntimo de su falda. Algún día tengo que tocar ese tejido confidente y compañero, aliado del pasado enmarañado de recuerdos. Con qué rapidez pasa el tiempo cuando mira atrás y pone nombre a esas caras tan queridas y entrañables. Parece como si fuera ayer, incluso, ahora mismo. Levanta su mano para acariciarlas. La realidad le devuelve a la conocida estampa. Atrás quedaron sudores, amarguras, sueños y desencantos. Su tierra, su gente y su pasado de añoranzas. Es entonces cuando contemplo su mirada. El brillo en sus ojos, algún secreto de ayer con el que jugaba y soñaba. Y la ilusión le de

Vieja nueva estampa. Mayte Ruíz Ceballos

Ahí está. La cabeza sobre el pliegue de la falda; testigo de mis idas y venidas. Siempre en el mismo ángulo como una bola, acurrucada. No conoce las noches ni los días, los meses, las semanas: Se detiene el tiempo y le arrastra la vida. Tez morena, nariz afilada, ojos verdes como el oro de mi tierra. A penas puedo contemplar su rostro cuando de nuevo baja su mirada. Allí ha encontrado refugio en lo más íntimo de su falda. Algún día tengo que tocar ese tejido confidente y compañero, aliado del pasado enmarañado de recuerdos. Con qué rapidez pasa el tiempo cuando mira atrás y pone nombre a esas caras tan queridas y entrañables. Parece como si fuera ayer, incluso, ahora mismo. Levanta su mano para acariciarlas. La realidad le devuelve a la conocida estampa. Atrás quedaron sudores, amarguras, sueños y desencantos. Su tierra, su gente y su pasado de añoranzas. Es entonces cuando contemplo su mirada. El brillo en sus ojos, algún secreto de ayer con el que jugaba y soñaba. Y la ilusión le de