Abiertos hasta el amanecer. Felipe Gámez M.
06/06/2005 Para ellos la medicina está en el fondo y en la forma de sus vidas. Ella ejerce en El Clínico y él en Carlos de Haya. Coinciden en un piso estupendo próximo a la zona universitaria. Estuve en su boda porque me invitó un amigo íntimo que también lo es suyo. Desde entonces compartimos la mesa y el mantel de una amistad plena de inquietudes. No hace mucho, en un fin de semana, él me llamó. Ella cumplía una guardia, estaba solo en casa y tenía ganas de charla (cuando tiene ganas de marcha llama al otro, y hace bien). Comimos juntos. Además de el mejor médico es buen cocinero y lo pasamos bien repasando, como gente corriente que somos, la psicopatología de la vida cotidiana. Hacia el atardecer empezó a abrirse. Intuía que me había llamado por algo y mantuve la oreja disponible. -- Fue al principio del otoño pasado, -- dijo mientras nos regalábamos el paladar con un brandy exquisito -- Una noche tras el amor sentí que aquello terminaba y llevado por un pánico total se lo dije. Ell