JUAN CAMPOY
NUDOS EN EL PAÑUELO Lentamente abrió los hinchados párpados y con esfuerzo se sentó en la cama, observando a aquel hombre doblado por los años. Dormía como un cerdo. Era difícil adivinar la hora, pero se levantó y, escogiendo del armario un abrigo, corrió hacia la puerta. Estaba muy cansada de esquivar los objetos contundentes, lanzados desde algún rincón oculto, de un malvivir constante en espacios glaciales, del sabor tan amargo de las lágrimas y de rozar la nada para esconder sonrisas en los sueños. Con un pañuelo negro anudado a la nuca, se cubría la frente, quizás para ocultar la cicatriz de alguna herida o la marca infamante de un hierro al rojo vivo. Ahora, corre por las aceras rotas de una ciudad que duerme su peor pesadilla. Intenta evadirse, olvidar por un momento el dolor y sus nudos, el vértigo de simas hacia el fondo de un espacio vacío. Pero, todavía siente la mano sobre su cuello, apretando el sudor contra las venas. ICTUS DE SOMBRAS De algo me ha servido habituarme a es