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Carta, Patricia Marí Diego

CARTA Te escribo desde mi tierra, olor a agua, melocotón y roble, el único lugar donde mirarnos y reírnos juntos, cogidos de la mano. Te echo de menos como echo de menos mi hogar, mi dulce tierra tranquila; y así llegará un día en el que te confunda con mi casa, y sueñe andar por tus caminos, y busque bañarme en tu agua. Hoy sigo trazando la senda que ha de llevarme a tu lado; y así llegará un día en que me pierda en tu esencia y me sienta feliz. (5/1/03)   DIA PRIMERO ¿Sabes? Se me va el tiempo pensando en lunas, templos, en el crepúsculo  y el aire de aquel marzo, en su pálido calor, en su promesa. ¿Sabes? Se me acaba la canción que te cantaba porque acaba en el vacío mi paleta de colores y luceros para el tiempo, ese tiempo tan lejano y que fue nuestro, ese tiempo tan perfecto del que hablaba. Y me duele esta canción. Me duele confesar

No importa el tiempo. Patricia Marí Diego

MORDER AL SOL   Es como morder al sol tocar la palma de tu mano con la lengua. Tras posarse, ingrávidos, los labios en las cimas de tus dedos descienden como una cascada de flamencos deslizándose, falange por falange, hasta caer en la palma de tu mano. Es como morder al sol. Así es besarte. (13/9/2000) TORMENTA   Se distancian las nubes. Lejanas, rasgan su velo blanco en el llanto de horas infelices, infalibles, en una sátira de tules inflamados, insondables, incansables, tan grises como muertos, delirantes y pasivos. Inalcanzables. Se deslizan las nubes, quietas, allá en el fondo. Los dos pájaros se vuelan las alas para explotar en el llanto. Miradas de semilla negra contra el fondo gris de un árbol solo. La primavera está más muerta que nunca. ¡Qué

El nombre prohibido. Patricia Marí de Diego

LLUVIA     Hoy no hay lluvia. Ha entrado la noche en silencio y no hay lluvia. Impresiono tus dedos en caricias de piel brillante hacia un vientre firme en lunas, hacia una caída de amante, detrás del olor de la lluvia. Un silencio extático. Se resbala una luna del pecho en caída lenta por tu espalda, suaves latidos que apuntan su cumbre (deliciosa cima) para herirte de un frío extraño, para helarte reflejando el calor del abrazo. Amanecen los gemidos del alba. Y aparecen las primeras gotas, rocío liberado de las flores, la única flor que se ha abierto esta noche ha bebido la lluvia del amado. Amanece, y llueve en el silencio de quienes duermen abrazados. (25/8/2002) EL NOMBRE PROHIBIDO   La unión de dos flores abiertas entrecruzando ecuadores de mi género, confusas, lluviosas, latiendo al compás; de una

Sueños Líquidos. Patricia Marí de Diego

Hay un elixir de menta y lágrimas en la boca de perlas polvorientas con limo amarillento que abate la calma. Te retuerces entre brillos desesperados y alimentas el ansia de fuga ante la huida de tu propio tiempo al llegar la fuente de mareas en la noche, la belleza y alegría de diez eternas mariposas, de colores entre tanta mansedumbre apagada que rezumo dolorida, sin cesar el gorgoteo de energía luminosa. Y algo se duerme entre hojarasca, algo expandido entre fríos invernales, los labios han callado tras la hierba nocturna para dejar paso a la delicada madrugada de rocío que congela silenciosa los lamentos. Oigo susurros enlutados que llaman sin decir una palabra donde apartarse es acunar a la verdad, y es dejar enamorados los cipreses tras la luna lejana de azafrán y penas, de silencio moruno y verde. Oigo el aire desde lejos, huelo su líquido lamento, aquel congelado entre mareas que vuel

Sueños Líquidos. Patricia Marí Diego

Patricia Marí Diego.- enviadas para la revista lavozdelacometa.org año 2002  Sueños Líquidos Hay un elixir de menta y lágrimas en la boca de perlas polvorientas con limo amarillento que abate la calma. Te retuerces entre brillos desesperados y alimentas el ansia de fuga ante la huida de tu propio tiempo al llegar la fuente de mareas en la noche, la belleza y alegría de diez eternas mariposas, de colores entre tanta mansedumbre apagada que rezumo dolorida, sin cesar el gorgoteo de energía luminosa. Y algo se duerme entre hojarasca, algo expandido entre fríos invernales, los labios han callado tras la hierba nocturna para dejar paso a la delicada madrugada de rocío que congela silenciosa los lamentos. Oigo susurros enlutados que llaman sin decir una palabra donde apartarse es acunar a la verdad, y es dejar enamorados los cipreses tras la luna lejana de azafrán y penas, de silencio moruno y verde. Oigo el aire desde lejos, huelo su líquido lamento, aquel congelado entre mareas que vuelan