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Ricardo Arratia Joglar

Tu carpintero de sueño que te busca por la tarde,  soy tu herrero de los astros que te mira enamorado,  soy un antiguo habitante de aquella ciudad de Sardes  en los mitos de aquel griego que se fugó del pasado.   ¡Ah, Pelusa! Tus pupilas de tu cielo me captura,  escuchas la voz del tiempo que vocifera a tu alma,  es un fruto de tu beso de la fruta que madura  en el árbol de la vida que te atiza ya tu calma.   ¡Ah, Pelusa! Te contemplo como Baucis de los lirios,  soy tu Filemón que aguarda en el cielo de tu lluvia  y un temblor de cielo clama por tus húmedas colinas.   Los braseros de la noche resplandecen como cirios  y mi beso en tus poros ya te muerde, te derrubia  como brasas de los tiempos, tus pirañas clandestinas.   Tomada del libro Versos del Goldmundo del autor Ricardo Arratia Joglar

Golpes al encanto.Ricardo Arratia.

Golpes al encanto  Como de silencio un golpe, cristales y bocinas, mal hilvanadas ventiscas, tempestades borrachas; molinos callados, heridos, rotos, fugaces. Alboroto de tablas, cuchillos blandiendo, risotadas desencajadas. ... ¡Ah, la música! Los violines y las abejas, la tierra y el zurco callado en revoltijo como campanas. Esa embriaguez de peso de beso, de seso, de flor, laguna y cocina. Callado y en vértigo tu voz y tus ojos, tu alegría gestada. ¡Ay, temblor de viento! Para ti y tu noche, espantando insomnio, dormida en la burbuja de tu pelo: sigue mi rutina golondrina, mis bototos perdidos mis suspensores enredados en las estrellas, precipitado en un vacío de flores: ¡ah, sonrisa! ¡ah, ternura! ¡ah, semáforos y rutina! Tu ínclito reposo en el cristal de tus pupilas, en el alborozo de tu madurez, en el tiritar de tus miedos. Ajena a cerros y árboles solos, a juguetones riachuelos, vuelves a mi musa a mi hálito tibio de vieja poesía, de arrojadas

Golpes al encanto.Ricardo Arratia.

Golpes al encanto  Como de silencio un golpe, cristales y bocinas, mal hilvanadas ventiscas, tempestades borrachas; molinos callados, heridos, rotos, fugaces. Alboroto de tablas, cuchillos blandiendo, risotadas desencajadas. ... ¡Ah, la música! Los violines y las abejas, la tierra y el zurco callado en revoltijo como campanas. Esa embriaguez de peso de beso, de seso, de flor, laguna y cocina. Callado y en vértigo tu voz y tus ojos, tu alegría gestada. ¡Ay, temblor de viento! Para ti y tu noche, espantando insomnio, dormida en la burbuja de tu pelo: sigue mi rutina golondrina, mis bototos perdidos mis suspensores enredados en las estrellas, precipitado en un vacío de flores: ¡ah, sonrisa! ¡ah, ternura! ¡ah, semáforos y rutina! Tu ínclito reposo en el cristal de tus pupilas, en el alborozo de tu madurez, en el tiritar de tus miedos. Ajena a cerros y árboles solos, a juguetones riachuelos, vuelves a mi musa a mi hálito tibio de vieja poesía, de arrojadas

Besando a la luna. RICARDO ARRATIA JOGLAR.

Fue cuando la luna se descolgó por la noche cuando lo vi; encendí la luz y lo vi, era un corazón partido, dividido en dos para siempre. ¿Por qué arrancas corazón? ¿A qué le tienes miedo? Es el gran misterio de la vida: la diversidad y la unidad. Le reproché al corazón fugitivo de sus miedos y misterios. En realidad, la cobardía no es un misterio, pensé. La cobardía es cobardía y huye de lo que piensa que le daña. ¿Por cuántas vidas uno debe transitar para dejar de huir de su sino, de lo que le corresponde aprender? Vi a Ricardo enfrascado en la búsqueda de su yo más íntimo, en la búsqueda de sus anhelos y amores. Lo vi meditando por horas, como le vi besando y haciendo el amor, fueron antinomias impensadas. ¿Podría saber él que el destino le busca un camino, una senda desconocida, hija del azar y nunca él comprenderá, o tal vez ya lo sabe, que la vida es conducida por algo superior?   Pensarás que

Besando a la luna. RICARDO ARRATIA JOGLAR.

Fue cuando la luna se descolgó por la noche cuando lo vi; encendí la luz y lo vi, era un corazón partido, dividido en dos para siempre. ¿Por qué arrancas corazón? ¿A qué le tienes miedo? Es el gran misterio de la vida: la diversidad y la unidad. Le reproché al corazón fugitivo de sus miedos y misterios. En realidad, la cobardía no es un misterio, pensé. La cobardía es cobardía y huye de lo que piensa que le daña. ¿Por cuántas vidas uno debe transitar para dejar de huir de su sino, de lo que le corresponde aprender? Vi a Ricardo enfrascado en la búsqueda de su yo más íntimo, en la búsqueda de sus anhelos y amores. Lo vi meditando por horas, como le vi besando y haciendo el amor, fueron antinomias impensadas. ¿Podría saber él que el destino le busca un camino, una senda desconocida, hija del azar y nunca él comprenderá, o tal vez ya lo sabe, que la vida es conducida por algo superior?   Pensarás que